lunes, 14 de abril de 2008

La educación, fenómeno humano

Dewey decía que los niños se pasan el día planteando interrogantes, pero al llegar a la escuela dejan de preguntar “por qué”. ¿A qué se debe? La respuesta es sencilla: los alumnos se aburren. Y es que es necesario activar ciertos procesos para aprender; los chicos no tienen por qué estar motivados de entrada, la motivación es sobre todo consecuencia del aprendizaje. De hecho, el primer “mandamiento del aprendizaje” que propone Pozo es: “Partirás de los intereses y motivos de los aprendices con la intención de cambiarlos”. Seguro que todos recordamos clases en las que estábamos más dormidos que despiertos…

No podemos negar que el mundo varía, evoluciona, se transforma… pero, ¿la escuela de es capaz de adaptarse a ello? Gran cantidad de información nos envuelve constantemente: medios de comunicación, publicidad, nuevas tecnologías, etc. por lo que resulta imprescindible saber gestionar, seleccionar y dar sentido a la misma. Hoy en día, es más relevante conocer los procedimientos, el enseñar a hacer, que el conocimiento estático. Por ejemplo, si voy a visitar una determinada ciudad, será más importante saber cómo buscarla en un mapa o Internet y cómo llegar hasta allí, que estar al corriente de que consta de ciento cincuenta siete mil doscientos treinta y ocho habitantes... Como dice Bruner, hay que apostar por “una escuela que no sólo enseñe a los niños lo que sabemos, sino que les enseñe también a pensar en las posibilidades”.

En cambio, son muchos los que piensan que ha descendido el nivel en la escuela. Seguramente se deba a que se hace una valoración más cuantitativa que cualitativa. ¿Acaso no hay un menor porcentaje de analfabetismo, se ha prolongado la escolarización hasta los 16, hay más mujeres estudiando y licenciadas y más salidas profesionales e itinerarios? Incluso, fuera de la educación formal, también podemos apreciar un considerable incremento en la lectura de prensa, visita a museos, actividades culturales, etc. Cuando se señala por ejemplo, que los jóvenes no leen se hace desde la “cultura libresca” pues claro que lo hacen, solo que leen otros textos y en formatos diferentes.

Al decir que ha bajado el nivel educativo, se parte de una concepción academicista y de contenidos, donde el esfuerzo de aprender se achaca únicamente a los alumnos. En cambio, en el preámbulo de la LOE se habla de esfuerzo pero aplicado a toda la comunidad educativa: centros, profesores, alumnos, familias… Como vemos, “la educación siempre es política”, como diría Bruner. Los programas políticos están cargados de teorías implícitas y explícitas a cerca de cómo debe ser la educación.

Pero, todos tenemos ciertas ideas sobre la educación creadas a lo largo de nuestra vida y experiencia; ideas que no han pasado por la razón ni han sido reflexionadas y sin embargo, tomamos como certeras. Se trata de conductas adaptativas que hemos llevado a cabo en un momento dado y que hemos hecho “nuestras”. Es por ello que las teorías evolucionan más rápido que la práctica educativa, es necesario autocuestionamos para que se dé el cambio: “Sólo las mentes capaces de saber lo que saben y lo que otros saben o ignoran, pueden guiar su propio aprendizaje, y aún más, el de los demás” (Pozo, 2006)

Podría decirse que la enseñanza es un acto intencionado y específico del ser humano. En ella, se transmiten los saberes culturales acumulados para fomentar el progreso (efecto engranaje). Pozo va a llamar “aprendizaje de la cultura” a esa acumulación de saberes y “cultura de aprendizaje” a todas aquellas actividades y formas de organizar socialmente el aprendizaje que hacen posible la transmisión cultural; ambas, en continua interacción. Lo que ocurriría, por ejemplo, hoy en día con la famosa Educación para la Ciudadanía es que se pone en cuestión cuáles son los contenidos culturales relevantes.

La principal característica de la enseñanza intencional es que resulta imprescindible conocer a los alumnos para saber cómo “llegar” a ellos, tener en cuenta cómo adquieren los nuevos conocimientos, cómo aprenden: la Teoría de la mente. Como señaló Astington, cuanta mayor distancia haya entre la “mente del profesor” y la “mente del alumno” más difícil será que el niño adquiera nuevos conocimientos. De nada servirá que un maestro exponga fórmulas y más fórmulas, si no se pone a la altura del alumno y parte de la experiencia. Bruner argumenta en sus postulados que los límites del alumno no son inmutables, sino que nuestras capacidades cognitivas pueden ampliarse a través de los “andamios” que ofrecen la educación y la interacción entre iguales.

Para finalizar, quisiera transcribir una frase de Matthew Lipman (1980): “Si queremos adultos que piensen por sí mismos, debemos educar a los niños para que piensen por sí mismos”.

1 comentario:

Sol Andrés dijo...

Excelente comentario, Silvia. Muestras comprensión adecuada de lecturas nada sencillas, a´si como la dificultad de plasmar en la práctica lo que sabemos sobre la complejidad de enseñar y aprender.

Estoy segura de que te serán muy útiles cuando trabajes no sólo con las "mentes" de tus alumnos y alumnas, sino también con las de tus colegas profesores y profesoras, como orientadora.

Un saludo